Estamos ante una situación inédita en el país. El partido vencedor en las elecciones de hace poco más de un año ha sufrido el mayor descenso de su historia, y pasa a niveles de 1982 en intención de voto. El principal partido de la oposición sigue sin remontar, en lo que se puede interpretar como un fin del bipartidismo.
Y es que esto no da más de sí, y lo sabemos todos. Y no me refiero sólo al PP, que ya se verá si es cierto o no que tiene dinero en B. Lo dilucidará la justicia a paso de tortuga, y tendremos meses y meses de telediarios con el caso "Bárcenas", al igual que lo tuvimos con el Gurtel, Filesa, Naseiro. Esto no da más de sí en nada. Ni economicamente, donde harían falta unos pactos como los de la Moncloa de 1977, ni territorialmente, donde haría falta un nuevo consenso para impedir que cada dos por tres haya conatos independentistas por parte de Cataluña (sospechosamente siempre coinciden con problemas de financiación), ni por supuesto politicamente, donde se ha dado por hecho que "es lo que hay", y "son todos así". La debacle económica si ha servido para algo ha sido para poner todo sobre la mesa.
Al igual que en una mudanza, donde decides lo que es útil e inútil, lo que tiras o no, en este país hemos llegado al momento de la verdad, donde hay que salir del pozo de una vez, y tenemos que soltar todo lo que nos lastra para conseguirlo. Porque a parte de la estafa en la que se ha convertido este casino mundial que llaman capitalismo, hay que reconocer que España tenía todas las papeletas para que la pillara el oso. Ya se sabe que si un oso ataca un camping, no hace falta correr más que el oso, solo hay que ser más rápido que el campista más lento...Y España ha sido junto con Grecia el más lento con mucho.
Y es que aún tenemos claramente muchos años de retraso. Hay que ponerse al día. Hay que poner al día las instituciones, hay que renovar todo el panorama político, y hay que alcanzar acuerdos de muy alto nivel donde se delimite el nuevo escenario. Y para ello harían falta nuevas elecciones a cortes casi que me atrevería a decir que constituyentes, porque ya se ha abierto la caja de pandora de la reforma de la constitución, y se tendrá que hacer antes o después.
Y de ahí tendríamos que salir con muchas nuevas caras, sangre fresca, ideas nuevas, y un parlamento en el que ya no habrá una mayoría hegemónica circunstancial, sino una multitud de fuerzas condenadas a entenderse. Porque en realidad todos llevamos algo de razón, solo que la crísis lleva a adoptar posturas extremas, como está demostrando el PP. De un nuevo consenso saldría un nuevo estado del bienestar, una Sanidad y Educación saneadas e intocables, y sobre todo una nueva forma de financiación que pase por sacar dinero de donde se ve que realmente lo hay (en cuentas en Suiza, por ejemplo); una nueva organización territorial sin duplicidades, y una administración pública ajustada a las necesidades y eficiente. Todo nuevo, fresco y jóven, y no esta paralización contínua, esta contínua superación por los acontecimientos.
Lo mejor de todo es que en eso sí que los españoles somos buenos, como hemos demostrado. Si nos ponemos a hacer las cosas bien, una vez nos decidimos a actuar, las hacemos mejor que nadie. Por eso la primera transición fue positiva para el momento en el que se hizo, y por eso una segunda transición saldría bien y nos llevaría a solucionar muchas cosas que parecen irresolubles.
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