Hace 83 años que el abuelo del Rey Juan Carlos, Alfonso XIII, tuvo que poner pies en polvorosa, coger un barco y exiliarse de España, imagino que cargado de los millones que habría acumulado. Se fue a Roma, donde su nieto Juan Carlos nacería en 1938, y donde murió en 1941 después de presenciar desde lejos una de las guerras civiles más crueles de la historia.
En 1931 empezaba para España un periodo breve pero intenso de intentos de reforma marcados por la resistencia burocrática (no se hizo apenas nada de lo que se legislaba), las tensiones, y un ejército conspirador en constante ruido de sables que al final acabó tomando por las armas lo que nunca hubiera ganado en las urnas.
Cuando se habla de república todo el mundo piensa en quitar reyes y poner presidentes electos, y eso está bien. Yo ya no me creo (me lo creía) lo del papel de "árbitro" de la monarquía (un árbitro con carnet del Real Madrid), lo de "representar a España" (claramente se la suda representar a España cuando el representante es un señor cada vez más decrépito que no se tiene en pie), lo de la "tradición histórica" (absolutismo hasta 1808 y guerras, golpes de estado y exilios desde entonces).
En realidad España tiene muy pocos monárquicos, y los que quedan son de museo. La derecha falangista (de donde proviene toda la derecha actual) era republicana, y la izquierda siempre lo ha sido, por no hablar de los nacionalistas para los que el Rey es un invasor. Lo que ha sido este país es juancarlista. Y no es de extrañar.
En 1975 España era un cuartel militar gobernado por gente muy gris que había asesinado a cientos de miles de españoles porque no pensaban como ellos. El jefe del estado era una momia que en sus mejores días se había codeado con Hitler y el Presidente del Gobierno era un señor con un apodo inquietante (el carnicero de Málaga).
De repente el jefe del Estado es un joven de 37 años, alto, rubio, que va a EEUU y dice en perfecto inglés que en España va a haber democracia. Elige a un presidente del gobierno joven como él, carismático e inteligente que promete elecciones y lo cumple. Y hacen una constitución en la que parece que caben todos, con comunistas y socialistas legalizados. ¿Resultado? 30 años de juancarlismo.
Pero (y es un gran pero), no era oro todo lo que relucía. En realidad la transición que pilotó el Rey tenía muchas lagunas, aceptadas por comunistas y socialistas que se apuntaron al teman olvidándose de repúblicas y aceptando formar parte del status quo que seguía siendo el mismo que había prosperado bajo el franquismo. Eso significa que los mismos poderes fácticos siguen gobernando. Sigue el caciquismo, sigue la corrupción, y se ha incrementado muchísimo el poder de la banca, todo ello heredado de la dictadura.
La República, más que quitar un Rey, significa quitar los poderes fácticos, significa darle el poder al pueblo. Acabar con la servidumbre de ser súbditos de un Rey y empezar a ser ciudadanos. En una República no podría haber televisiones al servicio de un partido político, no se privatizarían beneficios para socializar pérdidas, no se rescataría a la banca, se rescataría a la gente, no habría una "nobleza" terrateniente (80% de la tierra en manos del 4%), no habría Roucos amenazando con el infierno, no habría oligopolios dominando sectores estratégicos. Etc, etc.
Lejos de la anécdota de quitar a un anciano enfermo y borracho y poner a alguien elegido por todos, la clave es tomar el control del país. Y cada vez parece más cercano, no me extrañaría nada ver una III República en lo que me quede de vida. Ya se sabe, no hay dos sin tres y a la tercera va la vencida.
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