La semana pasada los republicanos tuvieron su convención nacional en Tampa, Florida, para nominar oficialmente como candidato a Presidente de EEUU a Mitt Romney, el empresario metido a gobernador.
Su objetivo era hacer más cercano al canditato, que tiene una imagen pública bastante robótica y carente de carisma, y tratar de desactivar la imagen de flip-flopper (en España decimos chaquetero) que tiene. Básicamente fue un anuncio de tres días (iba a ser uno más pero el huracán Isaac hizo que se suspendiera el programa del primer día), en el que se ensalzaron los valores del trabajo duro, familiares, y se puso en la picota a Barack Obama por sus políticas fallidas.
El problema es que para conseguir esos objetivos, tuvieron que mentir bastante: Mitt Romney no deja de ser un hombre robótico y sin ningún tipo de carisma, no deja de ser un empresario que medró en los 80 a base de deslocalizar empresas a otras partes del mundo con mano de obra más barata, por mucho que adore a su familia, a sus hijos y a su mujer, y por mucho que haya dedicado muchas horas a levantar su empresa. Sigue siendo un millonario que paga menos impuestos que muchos pobres, que se niega a sacar a la luz sus declaraciones de impuestos, porque se vería precisamente eso, que a base de ingeniería financiera y cuentas en Suiza y las islas Caimán, se pasa por ahí la progresividad de una fiscalidad que él querría hacer aún más regresiva.
También mintieron en cuanto al éxito de Obama y sus políticas. Las que no han sido existosas, no lo han sido precisamente porque los republicanos en el congreso han torpedeado una y otra vez cualquier intento de alejarse de las que los llevaron al abismo económico al final de los 8 años de George Bush II. Quieren más de lo mismo, porque saben que a ellos, a los republicanos adinerados, les ha ido muy bien incluso en la crisis de 2008.
Uno de los delegados fue expulsado cuando empezó a tirarle cacahuetes a una cámara de color diciendo que "así alimentamos a los animales". Supongo que querría hacer lo mismo con el Presidente.
Aunque no faltó la burla directa al Presidente en horario de máxima audiencia. Un Clint Eastwood absolutamente pasado sentó a un imaginario Obama en una silla a su lado para reprenderle como si se tratara de un chiquillo, con bromas de mal gusto, y clichés de derechas. Por supuesto el público estaba encantado.
Y hasta aquí, la crítica al infomercial de los republicanos para devolver a EEUU al siglo XIX.
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