domingo, 23 de marzo de 2014

Adolfo Suárez, el fin de una época

Iba a escribir con ocasión del fallecimiento de Adolfo Suárez una crítica a la democracia que él contribuyó decisivamente a establecer y que hoy se cuestiona, pero no creo que sea justo. Lo llevo haciendo en muchas entradas y lo seguiré haciendo. Hoy es día de recordar a la persona.

Suárez ha sido, en mi opinión, el único líder político auténtico que hemos tenido en este país, adornado por todas las cualidades que ha de tener el liderazgo: carisma, determinación, coraje, inteligencia política, sensibilidad social... Ya lo he dicho en alguna otra entrada. Si en España siempre ha habido malos gobernantes (no hace falta más que leer un poco de historia), este era un hombre de otra pasta. Lo más cerca que hemos tenido a un Kennedy, a un Roosevelt o a un Lincoln, en un país que se caracteriza por haber tenido demasiados Zapateros y Rajoys (cuando no Francos).

Era ambicioso. Ya en su juventud en un pueblecito de Avila firmaba como "futuro presidente". Decía que quería ser "Presidente de la III República" o de los "Estados Unidos de Europa". Pero demostró que no era una ambición vacía como la de la mayoría.

En unos momentos en los que la política está totalmente devaluada (y con mucha razón), él representa lo mejor de la profesión, entendida como servicio al pueblo. Para entender lo diferente que ha sido, solo hace falta compararlo con lo que tenía a su alrededor en los años 70 cuando llegó a la Presidencia del Gobierno, y también con lo que hay ahora.

Si Suárez fuera Presidente ahora mismo estoy convencido de que se habría plantado ante Merkel y la Troika para encontrar formas de no hundir un país, de no dejar a cientos de miles de personas en la calle, de que los bancos pagaran su parte del desaguisado. Habría sentado a todos los líderes políticos, empresariales y económicos para llegar a acuerdos económicos que beneficiaran a todos o al menos que no perjudicaran a la mayoría. Y sobre todo, NUNCA se habría escondido detrás de una pantalla de plasma.

Es hacer política-ficción, pero me baso en su trayectoria. Se plantó ante los poderes fácticos en los 70 con un riesgo muy real, incluso poniendo su vida en primera línea, para conseguir desatascar situaciones que llevaban décadas atascadas y llenas de basura; sentó a todos los agentes económicos en la Moncloa y les hizo firmar los famosos pactos económicos en 1977. Y se puso literalmente delante de fusiles de asalto cuando unos golpistas asaltaron el Congreso.

Provenía del franquismo más duro, pero en su interior había una amalgama de influencias políticas; se le ha llegado a definir como social-demócrata. Y sobre todo, supo cambiar y adaptarse, y sacar lo mejor de sí mismo y del país. Por eso se le considera el mejor presidente de la democracia.

Se cierra una época. Las imágenes que acompañan a la noticia de su muerte son las de los 70 y primeros 80, esas imágenes que todos los nacidos en aquella época tenemos grabadas, las de nuestra infancia en la transición. Una época que ya queda muy atrás.

Espero que el ejemplo de Suárez como líder arraigue en el futuro en quienes se quieran dedicar a la política en este país. Hasta ahora no ha sido así.


P.D. No se me escapa que el fallecimiento de Suárez ha coincidido al milímetro con el 22M y las marchas de la dignidad, llenando las noticias de su figura y rememorando con nostalgia la transición que pilotó, y vaciandolas de la crítica al mismo sistema que hace aguas por todos los lados. Esta semana repasaré el 22M dándole la importancia que se merece y que nadie oficialmente le quiere dar.

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